La filosofía es arma de destrucción masiva. Dinamita los mitos de los que las masas se alimentan, que producen identidad, bajo cuyo peso muerto los individuos quedan diluidos. Es guerra contra el relativismo y el dogmatismo. Es defensa contra la confusión del lenguaje común, periodístico, político, contra la fuerza ciega de la masa, pues la masa no puede filosofar. El enemigo es la estupidez, que, como Dios, está en todas partes y en uno mismo. El yo es idiota. Escribo por destruir.
El autor
sábado, 15 de diciembre de 2018
jueves, 6 de diciembre de 2018
Publicación de El culto pedagógico
Publicación del libro El culto pedagógico. Crítica del populismo educativo,
Análisis crítico de la decadencia de la enseñanza pública con el instrumental teórico de una filosofía materialista.
martes, 4 de diciembre de 2018
Lecciones sobre Pascal
miércoles, 24 de octubre de 2018
Lección sobre Filosofía y enseñanza en UCM
Grabación de la sesión del Máster del Profesorado de la Facultad de Filosofía de la UCM,
23 de octubre de 2018
Presentación:
jueves, 18 de octubre de 2018
miércoles, 10 de octubre de 2018
domingo, 16 de septiembre de 2018
Presentación de Los dados en Madrid
Presentación de Los dados en Madrid,
con Gabriel Albiac y José María Marco,
jueves 4 de octubre a las 19,00 h.
en la Biblioteca Eugenio Trías de Madrid
martes, 21 de agosto de 2018
Entrevista para Filosofía & Co, parte II
Entrevista para Filosofía & Co sobre la Institución Libre de enseñanza (parte II)
Versión completa de la entrevista concedida a Luis Fernández para el reportaje "Institución Libre de Enseñanza, la base de la educación de hoy", publicado en Filosofía & Co:
Parte II
Los autores de Escuela o barbarie explican su concepto
de filomatía como mayéutica y lo
ejemplifican con el pasaje del Menón
en que el esclavo va deduciendo, con la guía de Sócrates, el teorema de
Pitágoras. ¿Es eso?
Sí, sí.
Yo mismo utilizo esa referencia porque es el ejemplo más claro que conozco.
Pero eso es solo una parte. La filomatía,
o una concepción filosófica de la enseñanza, permite no solo plantear eso, sino
la necesidad de un esfuerzo individual que se da gracias al profesor pero en
función de unos códigos comunes, como por ejemplo el lenguaje. Por eso en
términos estrictos, la escuela nacionalista, recurriendo a la etimología griega,
es idiota, porque condena al desconocimiento del idioma común. Y de nuevo, los
más perjudicados son los chicos.
La
filosofía es el fundamento de la enseñanza, la raíz geométrica de la enseñanza,
tal y como está expresado en ese pasaje de Platón, y también la reflexión
crítica, digamos global, con respecto a la enseñanza en su conjunto y a las
distintas ciencias o saberes que se enseñan.
Un pedagogo, en
cambio, en principio estaría de acuerdo con usted y posiblemente diría que lo
que él hace es crear métodos para favorecer la reflexión crítica sobre los
contenidos que se aprenden, y además favorecer el aprendizaje no solo de
contenidos sino también de competencias, porque no se trata de tener los
conocimientos muertos de risa, sino de hacer algo con ellos, etc. Entonces, por
una parte, ¿qué es, en su opinión, lo que la pedagogía dice que cumple y no
cumple en cuanto a la reflexión crítica?, y, por otra parte, ¿por qué defiende
tanto el aprendizaje teórico frente al aprendizaje práctico?
Bueno…
Vamos por partes. En primer lugar, uno encuentra de todo. Entre los pedagogos
se pueden encontrar cosas medianamente sensatas hasta disparates absolutos.
Precisamente en el libro que acabo de enviar a la editorial Siglo XXI he tenido
la suerte de incluir en una nota a pie de página el último hallazgo de un
pedagogo, creo que americano, que decía que en la escuela del futuro el
profesor tendrá que enseñar lo que no sabe. Se me hace difícil imaginar una
idiotez tan extrema y tan engolada. Es que no tiene ni pies ni cabeza, no se
puede siquiera empezar a discutir con semejante burbuja vacía. Es absurdo,
simplemente absurdo. Pero bueno, ya te digo que no todo es así.
El
problema es ¿qué es la pedagogía? Porque la pedagogía, para ser una ciencia o
un saber teórico, tiene que tener un campo acotado de estudio. ¿Cuál es el
campo de la pedagogía? No existe, porque si se dice que es la educación… ¿Y qué
es la educación?
Me imagino que
ellos dirían que es el aprendizaje.
Sí, pero
el problema es el mismo. ¿Qué es la educación? Si se considera le educación como
mera instrucción o transmisión de conocimientos, se han transmitido
conocimientos desde los griegos. Si es otra cosa, ahí entran componentes que no
son estrictamente teóricos, sino emocionales, morales o ideológicos y que
tienen que ver con determinada concepción de la naturaleza humana, de la relación
mente-cuerpo… Y el problema de la pedagogía es ese. ¿Cabe en un discurso así
decir cosas sensatas? Sí. También mi madre dice cosas sensatas de vez en
cuando, pero eso no quiere decir que tenga una base. Hay un libro, bastante
despiadado y malévolo pero muy divertido, publicado en 1929, de Julián Ribera,
titulado La superstición pedagógica y
que tiene una fórmula genial: que el pedagogo pretende enseñar lo que no sabe,
mientras que el verdadero maestro es el que enseña sin pretenderlo. Por
ejemplo, realizando un oficio, y el aprendiz, trabajando con él, aprende. O
sea, que más práctico no puede ser, no es una cuestión de teoría o práctica. Y
este autor hace una analogía con la alquimia. Dice que la pedagogía es como la
alquimia, es decir, es la pseudociencia de la época cientifista. Porque claro,
presentar las cosas que se dicen bajo el manto de la pedagogía sin una cierta
autoridad, sin un cierto prestigio, resulta menos eficaz.
Siempre me ha llamado la atención, en juntas de evaluación
o reuniones con departamentos de Orientación (salvo casos especiales, con
enfermedades concretas, por supuesto, un trastorno específico que haya que
tratar en el aula de una manera concreta: eso es lo que agradece el profesor
del psicólogo, del pedagogo, del logopeda, del psicopedagogo, etc.), que
siempre apelan a ese tipo de cuestiones: la felicidad, las emociones… Pero la
escuela no está para meterse en ese terreno, ¿no? Es una cosa muy privada el
alma de uno.
Pero al mismo
tiempo un profesor trata con adolescentes y los adolescentes están en una etapa
de la vida en la que quizás conviene un cierto tacto. ¿No habría que prestarles
una atención personal, un cierto cariño?
Habría
que definir qué se entiende por cariño. Si nos metemos en ese terreno de lo
psicológico, es tan viscoso que es imposible establecer parámetros…
¿Entonces
apelaría al sentido común de cada uno?
Sí, por supuesto.
Los profesores que yo conozco, y conozco muy buenos profesores, por supuesto
que sobreviven en un aula con treinta adolescentes, y cada uno hace un poco lo
que puede. Pero yo en mi experiencia he comprobado que el profesor que mejor
conoce su materia suele ser el más respetado, y el que con más respeto trata a
los alumnos suele ser también el más respetado. Ahí estriba lo que podemos llamar
afecto o cariño a los alumnos. Por supuesto que yo a mis alumnos les quiero,
les respeto y les trato como a sujetos que pueden sacar lo mejor de sí mismos.
Pero, aunque puede sonar raro e incluso reaccionario, yo a mis alumnos, mayores
o de doce y trece años, les llamo por su apellido y les trato de usted. Y ellos
están encantados de la vida.
Pasemos a la
Institución Libre de Enseñanza, si le parece. Debe ser una de las pocas
personas en España que critican la Institución Libre de Enseñanza. ¿Por qué la
critica?
Yo empecé a
estudiarla a partir de una biografía de José María Marco sobre Giner de los
Ríos. Se centra más en la figura de Giner, evidentemente. Quien sí se refirió,
no tanto a la Institución, sino al krausismo fue Gustavo Bueno en algunos
textos. Y hay un profesor que murió hace no mucho, Enrique Ureña, que a través
de un rastreo por documentos revela que Sanz del Río había plagiado un texto de
Krause como si fuera una traducción suya… Eso no es tan importante, pero sí es
importante que el krausismo, que es un humanismo vago, un idealismo pero muy
tibio, acabó recalando en España por medio de Sanz del Río, cuando es una
escuela que en Alemania apenas tenía influencia. Aquí caló y encajó bien con
cierta sensibilidad afín a la socialdemocracia… Giner de los Ríos es discípulo
de Sanz del Río y aplica el krausismo a la enseñanza. Esto tiene que ver con la
llamada crisis de los profesores universitarios, después de lo cual funda la
ILE.
Muchos tópicos de la pedagogía actual son herederos de la
ILE, por ejemplo, que el aprendizaje debe salir de la viciada atmósfera rancia
y atosigante del aula, para salir al campo, las excursiones, el aprendizaje
práctico, que el niño experimente el aprendizaje en sí mismo y todo eso… Pero
cuando uno lee un poco a fondo estas cuestiones encuentra curiosidades
ilustrativas. Por ejemplo, Giner de los Ríos habla muy bien de la educación
jesuita, porque la educación jesuita es personalizada y se basa en la
transmisión de una cierta moralidad, es decir, es educación y no solo
instrucción, que es lo que ellos pretenden. Tenían sus diferencias, claro, pero
en el fondo viene a reproducir un mismo modelo. Otro caso llamativo es cuando me
parece que Onésimo Redondo, un falangista muy conocido, habla muy bien de Giner
de los Ríos como educador, como pedagogo… Esas confluencias son llamativas.
¿Qué ha quedado de eso? El recelo frente a los exámenes,
por ejemplo. Si tienes diez alumnos que son hijos la mayoría de la alta
burguesía, puedes permitirte el lujo de ser rousseauniano, de no prohibirles
nada y de no hacerles exámenes siquiera para saber su rendimiento. Aun teniendo
en cuenta las ventajas que pudiera tener y que no niego taxativamente, me
parece catastrófico, absurdo o puramente propagandístico aplicarlas a una
escuela masificada. Si yo tuviera diez alumnos y estuviera con ellos tres horas
al día todos los días, no necesitaría examinarles tampoco. Este es uno de los
defectos de la reivindicación acrítica, a mi juicio, de la ILE.
A mí siempre me
explicaron el krausismo como una especie de cristianismo laico orientado hacia
la parte ilustrada del cristianismo. Entonces uno puede pensar que está muy
bien para la educación porque consigues no solo una instrucción ilustrada, sino
también educar el alma ilustradamente.
Entonces, ¿qué tiene de malo educar el alma en esos buenos sentimientos, en el
respeto, el raciocinio?
Son cosas
distintas e intervienen distintos modos de entender la función del Estado y de
una institución como la escuela.
A lo mejor es un planteamiento demasiado amplio, pero me
parece necesario. Hay un texto, que por otra parte es bellísimo, que marca un
antes y un después: De magistro, de
san Agustín. Por motivos evidentes, la racionalidad impersonal propia de la
filosofía, que es el sustrato en el que la enseñanza es posible, como en
Platón, es abandonada o suplantada por un absoluto que esta vez es personal: el
ser humano conoce, aprende, por la mediación del Absoluto. El maestro hace la
función de vicario, de transmisor, de unos conocimientos que le sobrepasan o le
exceden. A partir de aquí hay una línea de continuidad en todo el pensamiento
cristiano, sobre todo a través de santo Tomás, que lo sistematiza. ¿Qué pasa en
la modernidad? Que simplemente se seculariza y ese Dios que era fuente de la
que emanaba el conocimiento y por tanto el aprendizaje es suplantado por otros
absolutos: la Naturaleza, con Comenius y Rousseau, y el concepto de Humanidad.
La enseñanza como un proceso de salvación, que no está de ninguna manera en los
griegos porque no es un asunto personal, empieza con san Agustín y llega hasta
hoy.
Yo establezco (pero porque está en los textos, ¿eh?) la
analogía entre el aprendizaje y la salvación del alma. La salvación del niño,
presuponiendo una especie de alma universal o trascendental, recorre toda la
tradición y perdura hasta la ILE, donde se ve claramente, en las biografías y
en los textos, cómo asumen la enseñanza como un sacerdocio. ¿Cuál es el problema
de pretender enseñar tomando como referente un absoluto, sea Dios, sea la
Humanidad, sea la Naturaleza? Sencillamente que no existe. No puede concebirse
desde una filosofía, no digo ya materialista, sino simplemente racionalista. No
puede admitirse como criterio fundamental o fundacional de la enseñanza, por
mucho que ese Absoluto se haya secularizado, trivializado o abaratado. Ese es
el saco en el que caen todas las apelaciones a la moral, a la felicidad y todo
eso. Es mil veces más educativa y moralmente más instructiva la neutralidad
rígida y estricta de un profesor de Matemáticas que todos los sacerdotes laicos
que monopolizan la pedagogía. Por eso decía antes que la felicidad es algo muy
personal, igual que lo es el alma. Tradicionalmente estaban muy demarcadas las
funciones, para bien y para mal. La felicidad y la educación moral eran
competencia de las familias, pero ese modelo ha desparecido, es obvio. Y aunque
es hasta cierto punto aberrante que un funcionario del Estado le tenga que
decir a mi hija que hay que reciclar, doy por sentado que, dadas las
circunstancias, es inevitable.
¿Y tiene alguna
virtud la ILE?
Claro, de
allí salieron personajes brillantes. Y yo valoro mucho la Junta para la
Ampliación de Estudios, que promocionó los estudios en el extranjero y la
investigación. Esta era otra cara de la ILE. Ahí fue muy importante, por
ejemplo, Ramón y Cajal. Eso es lo más valioso de la ILE. Y, entendida como una
enseñanza privada pero para élites, puede tener sus virtudes. Pero extrapolada
a una escuela masificada desempeña una función de cobertura mediática.
lunes, 20 de agosto de 2018
Entrevista para Filosofía & Co
Entrevista para Filosofía & Co sobre la Institución Libre de enseñanza
Versión completa de la entrevista concedida a Luis Fernández para el reportaje "Institución Libre de Enseñanza, la base de la educación de hoy", publicado en Filosofía & Co:
Parte I
¿Dónde está el
desencuentro entre pedagogía y filosofía?
El desencuentro se puede rastrear hasta la Grecia antigua,
porque ya Platón tiene un diálogo muy explícito al respecto, Lisis, donde contrapone de forma
bastante irónica los dos términos, que debían de ser de uso más o menos
habitual en la época: paidagógos y didáskalos. El pedagogo era según
Platón, pero sabemos que era así, el esclavo que llevaba a los niños a la
escuela. Entonces Platón contrapone la figura del pedagogo, un esclavo que
apenas habla griego, un griego casi bárbaro, dice, y que se lleva a los chicos
a donde dejan, de algún modo de ser niños… porque conversan con Sócrates, que
desempeña el papel de didáskalos, de profesor.
Entonces la oposición es histórica y conceptual, desde sus mismos orígenes. Lo
que yo mantengo en mi tesis, aunque no es demasiado original, es que la
filosofía de Platón, que es lo mismo que decir la filosofía, se gesta contra
dos enemigos que confluyen a pesar de proceder de posiciones antagónicas: la
poética y la sofística.
La poética porque rige en función del principio de
autoridad y porque su público es la mentalidad infantil que todavía se mantiene
en la sociedad griega. Se alimenta el infantilismo de una mentalidad que es
incapaz de pensar por sí misma y se aferra a la tradición, y por tanto al
principio de autoridad.
Y el otro enemigo de la filosofía es la sofística, que
viene a plantear también un infantilismo de la audiencia, pero por la vía
inversa. En lugar de una sociedad en la que rigen los dogmas heredados de la
tradición, lo que rige es el relativismo más absoluto, el discurso más eficaz
mediáticamente o publicitariamente… En ambos extremos, con todas las
modulaciones y graduaciones que quepan, lo que está en riesgo son los
principios comunes de racionalidad filosófica, sin los cuales es imposible
pensar, poner en cuestión y reconstruir la realidad dada. Lo que yo planteo es
que propiamente la enseñanza como tal tiene su semilla en ese planteamiento de
Platón, y que a lo largo de la historia, los sistemas educativos han ido
oscilando entre un polo y otro: de sistemas muy autoritarios se ha acabado
desembocando en sistemas relativistas, que sería más o menos en lo que nos
encontramos hoy: el alumno no es considerado como un adulto en potencia, sino
como un eterno infante al que hay que mantener feliz por encima de todo.
Esto sería la
pedagogía actual según lo plantea usted.
Eso es.
¿Y qué hay de
malo en tratar de que el alumno sea feliz?
Pero la
felicidad es una cosa demasiado importante para dejarla en manos del Estado, y
mucho menos de funcionarios que se dedican a dar clase de Matemáticas. Y en
segundo lugar, porque tiene un aspecto perverso. Lo de la felicidad es un
decorado, es pura retórica. No lo digo en términos conspiranoicos, de una
planificación deliberada de la producción de ignorancia (aunque ahora te digo
si quieres la hipótesis que yo manejo)… Pero de hecho lo que sucede es que en
aras de la felicidad, de la espontaneidad del niño, de su creatividad, se les
priva de conocimientos que necesitan, en especial los que tienen menos recursos
socioeconómicos. Y en el fondo un sistema que se supone que ha universalizado
la alfabetización y el conocimiento lo que ha hecho ha sido degradar la calidad
de la enseñanza de conocimientos académicos, técnicos, científicos o
intelectuales en general, y ahí los perjudicados son las clases más
desfavorecidas o con menos recursos.
O sea, que la
pedagogía habría servido como un arma de clase. Pero los autores de Escuela o barbarie [de los que se habló
antes] insisten mucho en no caer en la trampa contraria, en que la exigencia
académica termine perjudicando a los alumnos con menos recursos.
Claro,
pero el hecho de que los alumnos cuya familia tiene mejor posición social
tengan mejor rendimiento académico es precisamente el síntoma del fracaso de la
escuela, porque en otras épocas no pasaba, y no pasaba precisamente por lo
fuerte que era la enseñanza. Yo no lo plantearía tanto en términos de clase
porque hablar hoy día de clase es hasta cierto punto anacrónico, habría que
matizar mucho. Por supuesto que hay jerarquías socioeconómicas, pero hoy no se
puede hablar de proletariado, o al menos no como en el siglo XIX o principios
del siglo XX. No niego la mayor, pero habría que matizar mucho. La clave me
parece que tiene que ver con cuestiones demográficas, sobre todo, no tanto
económicas, porque al fin y al cabo en la destrucción sistemática de la escuela
pública española se ha gastado muchísimo dinero, o sea que el problema no es
tanto económico.
¿En qué se ha
gastado?
No lo sé.
O bueno, sí lo sé, en parte. En departamentos de Orientación, en meter las
nuevas tecnologías en las aulas… No podría hacerte la factura, pero que se ha
invertido dinero es evidente. Se ha invertido dinero en destruir la enseñanza.
¿Con ese objeto
declarado? ¿Usted cree que ha sido intencionado?
No. Lo que yo
creo es que, sencillamente, la escuela ha pasado a desempeñar una función
diferente. Obviamente, en una escuela masificada como es la actual y en un
Estado que no necesita, al menos a corto plazo, producir una élite intelectual
de obreros cualificados, etc… Para eso se instauró el Bachillerato franquista,
que era enormemente exigente y de muy alta calidad, aunque selectivo y elitista
si quieres (aunque muchos hijos de obreros estudiaron en el Bachillerato
franquista), pero que respondía a esos intereses de Estado. Ahora no hay esos
intereses y la escuela cumple fundamentalmente una función de control demográfico.
He leído en algún
artículo suyo que la escuela sirve para controlar administrativamente a menores
de edad que no pueden estar sueltos, y me impresionó mucho porque en principio
la escuela está para otra cosa y tal y como se suele presentar se supone que
funciona. ¿Cómo es eso?
Tampoco es un
hallazgo genial mío. Uno lo va viendo al estudiar la evolución de los sistemas
educativos. Por múltiples causas materiales, no ideológicamente diseñadas, en
Estados con crisis internas, con crisis de soberanía, las funciones de las
instituciones cambian. Y en el caso de la escuela también. Fíjate en el aumento
de la edad de escolarización obligatoria, que es rara porque en los demás
países europeos generalmente está en catorce años, no en dieciséis.
¿Es partidario de
bajarla a catorce?
Sí.
¿Y por qué?
Porque uno tiende a pensar que está bien dotar a los jóvenes de una serie de
conocimientos mínimos y que cuantos más, mejor, ¿no? Y los dieciséis años, que
es cuando se puede empezar a trabajar, pagar impuestos o ir a la cárcel, parece
una edad razonable.
Sí, el
problema es que hay una cosa peculiar. Los jóvenes actualmente… Bueno, hay de
todo, por supuesto, pero el profesor de Secundaria o incluso de primeros cursos
de Universidad lo vive. Los ritmos de maduración académica e intelectual son
más tardíos, pero el acceso a una masiva oferta de posibilidades es muy
anterior, y esto crea una especie de híbridos, de monstruos esquizofrénicos [risas] capaces de hackear la web de hacienda y, al mismo tiempo, niños de seis o siete
años en cuanto a edad mental. Y entonces, a los catorce años, en esas aguas,
hay chicos que, por intereses, por capacidad o por otras razones, no tienen
interés en seguir estudiando. Y una buena formación técnica y profesional hasta
los dieciséis años, ampliable por dos años más o como fuera, sería muy oportuna
para evitar el caos que en muchos casos se genera al mezclar chicos que no
tienen ningún interés por estudiar con chicos que sí lo tienen. Y no es ninguna
cuestión de pecado original ni de capacidad genética, sino simplemente de
distintas motivaciones.
¿Y no suele
coincidir que los que tienen más interés son de clase más alta, o al menos de
clase media?
Pero eso es a mi
juicio por el déficit que te decía, porque antes no pasaba. Yo, por ejemplo, he
sido el primero de mi familia en hacer carrera universitaria y en mi familia no
había un ambiente intelectual, ni mucho menos. Mi padre era un obrero que dejó
la escuela a los catorce años y mi madre era ama de casa. Yo aún estudié con la
ley del 70. Así que creo que eso es por otros motivos. Y una formación
profesional de calidad es una buena manera de posibilitar que aquellos, con
independencia de la procedencia, que tengan capacidad e interés, puedan
continuar sus estudios por ese camino.
Bien, volvamos a
donde estábamos: la escuela como una institución de control demográfico. ¿Qué
papel juega en esto la pedagogía? ¿O no tiene nada que ver?
Es el márquetin.
La pedagogía es el márquetin. Siempre el discurso propagandístico y la retórica
suelen limar las fricciones que puedan generar determinadas situaciones. Es de
gran eficacia y acorde con los términos de la posmodernidad más o menos
vaporosa el discurso al que se acoge la pedagogía: narcisismo casi patológico,
el énfasis en la felicidad y las emociones… El que esté acostumbrado a trabajar
en el mundo de la enseñanza está harto de oír todos estos clichés. Es una
especie de cobertura retórica que, deliberadamente o no, oculta una realidad
mucho menos amable.
¿A qué se refiere
con “narcisismo”?
Sí, porque el
niño es un mundo en sí mismo y todo ha de girar en torno a él, que es el centro
de gravedad.
Y dices que esto
causa el infantilismo del que hablaba.
Sí, claro.
Infantilismo no solo tolerado, sino fomentado. Por ejemplo, es muy habitual (
en términos muy genéricos, ¿no?), son muy habituales los problemas de gente
joven para enfrentarse al principio de realidad, porque la escuela es una
especie de burbuja. Que en cierto modo tiene que serlo: en la escuela se aísla
al alumno para que aprenda y sus errores no tengan un efecto traumático real.
Pero dándole las armas para que luego esté preparado para enfrentarse a la
realidad. Yo creo que en cierto modo la escuela hoy sobreprotege al alumno y la
debilita en este sentido.
Cambiando un
tanto de tema, contrapone la pedagogía a la filomatía.
¿Qué es la filomatía y por qué es tan
recomendable?
Es un término que
se usó en algún momento, pero poco, precisamente por el peso de la pedagogía
(lo usa Rimbaud, según Verlaine, por ejemplo). A mí me parece un término bonito
y que merece la pena rescatar por distintos motivos. Es un término tomado del
griego que utiliza Platón en La república
cuando dice que el filósofo o amante del saber es el que ama aprender, philomathés, y de ahí el término filomatía, que es el deseo de aprender.
A mí me parecía que no es casual la sintonía etimológica porque la verdadera
enseñanza y el verdadero aprendizaje tiene una raíz filosófica, al menos en el
sentido de que la filosofía es el tipo de pensamiento crítico capaz de reflexionar
sobre la propia enseñanza. Mientras que las distintas asignaturas que se
estudian no son capaces de hacer esa reflexión crítica desde sus propias
perspectivas. La química, en tanto que química, nada dice de la enseñanza de la
literatura, por ejemplo. No se puede explicar la poesía del Siglo de Oro por
medio de conceptos categoriales de la química como el hidrogeno o el oxígeno, por
ejemplo. Ni al revés. Pero la filosofía sí da la plataforma para plantearse
críticamente la enseñanza entendida en términos generales con ideas como
libertad, justicia, ciencia, que son filosóficas. Igual que la filosofía se
plantea las relaciones y diferencias entre las distintas ciencias, pues también
del fundamento de la enseñanza, que a mi juicio es filosófico, como te he
dicho.
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