y Filosofía
CASABLANCA. La película.
De la caverna de Platón al bar de Rick
El miércoles 18 de junio del año 2014 según el
calendario Juliano, apenas unos días antes del solsticio de verano, a las 11.30 horas, en la sala de proyecciones
del centro Hipatia, de Rivas-Vaciamadrid (Madrid), estamos citados con
la grandeza del cine, con La Película,
de la cual todas las demás son herencia, tributo, reflejo o traición, con Bogart e Ingrid Bergman, palabras mayores. Para entender algo y disfrutar
aun más de este Acontecimiento habrá unas palabras con que filosofar entre los
asistentes y librarse durante un rato de la estupidez cotidiana y las rutinas
de los hombres.
¿Quién
estaría dispuesto a perdérselo?
Casablanca sobre una pantalla gigante,
proyectada una y otra vez eternamente en una sala vacía. La flauta mágica
sonando una y otra vez eternamente sin auditorio. Versos de Dante en la página
de un libro abierto que nadie lee. La Venus del espejo reclinada sobre
la pared de una habitación totalmente blanca sin puertas ni ventanas, sin
mirada, sin ojos, sin consciencia, sin objetivo, retorno cíclico sin inicio ni
fin.
Hay en las cosas como un
silencio límite, esencial, que la mirada de Ilsa Lung entre la niebla del
aeropuerto niega. El encuadre exacto del plano en que Rick renuncia al final
feliz, groseramente feliz, se eleva por encima de la torpeza tragicómica de la
realidad. La grandeza estética del derrotado
queda en la memoria de todo espectador que no sea imbécil integral tras esa
secuencia definitiva, eterna, necesaria. La ironía quirúrgica del derrotado
hace de su fracaso material triunfo estético. La inercia de la podredumbre
rutinaria se resquebraja en esas palabras, cuando todo está ya perdido salvo la arrogancia
de no haber traicionado nada, de no ceder a la victoria, a la mera
supervivencia cotidiana, a la comodidad cavernícola
de la ceguera voluntaria, de la estupidez
hecha carne, hecha destino. No morir sin al menos saberlo. No morir sin al
menos merecer estéticamente la vida, aunque duela, porque duele. As time goes by palpita bajo el aullido
monocorde y cacofónico de los días que se suceden cosidos a la nada. El latido
verdadero e inasible de la existencia hecho melodía, notas de un piano y la voz
ronca de un cantante de jazz entre el humo del local y la eternidad. As time goes by, o panta rei, anunciado ya como voz que clama en el desierto por
Heráclito, llamado El Oscuro. Todo fluye, estamos hechos de tiempo, de agua, de
fuego, inciertos, sedientos, vaporosos, del material
con que se tejen los sueños, enfermos crónicos de muerte y
consciencia, interminable sucesión de difuntos.
La rebeldía instantánea de cada escena refuta esa muerte diaria, y abre
vértigos de lucidez anudados a esa eternidad frágil que es la memoria de los
hombres, la sabiduría de los hijos del cine y la literatura. La vida está sólo
en el instante. Por eso es, digámoslo sin pudor ni escrúpulo, con la brutalidad
de una escritura que no debe nada a nada, por eso es imposible:
Yvonne: Where were you last night?
Rick: That's so long ago, I don't remember.
Yvonne: Will I see you tonight?
Rick: I never make plans that far ahead.
Hipervínculos:
Grandeza estética del derrotado: Borges sentencia la
superioridad estética del vencido. Nos queda pensar que la victoria es uno de
los espejismos de la derrota, a la que todos pertenecemos.
comodidad cavernícola: Platón, República,
VII
ceguera voluntaria: E. de la Boétie, Tratado de la servidumbre voluntaria.
material con que se tejen los sueños: Bogart en El Halcón Maltés, película basada en la
novela de Dashiell Hammett, parafrasea al
Shakespeare de La Tempestad.
interminable sucesión de difuntos: en palabras de la lucidez barroca de
Quevedo:
Ayer se fue; Mañana no
ha llegado;
Hoy se está yendo sin
parar un punto:
soy un fue, y un será, y
un es cansado.
En el Hoy y Mañana y
Ayer, junto
pañales y mortaja, y he
quedado
presentes sucesiones de
difunto.