Entrevista para Filosofía & Co sobre la Institución Libre de enseñanza
Versión completa de la entrevista concedida a Luis Fernández para el reportaje "Institución Libre de Enseñanza, la base de la educación de hoy", publicado en Filosofía & Co:
Parte I
¿Dónde está el
desencuentro entre pedagogía y filosofía?
El desencuentro se puede rastrear hasta la Grecia antigua,
porque ya Platón tiene un diálogo muy explícito al respecto, Lisis, donde contrapone de forma
bastante irónica los dos términos, que debían de ser de uso más o menos
habitual en la época: paidagógos y didáskalos. El pedagogo era según
Platón, pero sabemos que era así, el esclavo que llevaba a los niños a la
escuela. Entonces Platón contrapone la figura del pedagogo, un esclavo que
apenas habla griego, un griego casi bárbaro, dice, y que se lleva a los chicos
a donde dejan, de algún modo de ser niños… porque conversan con Sócrates, que
desempeña el papel de didáskalos, de profesor.
Entonces la oposición es histórica y conceptual, desde sus mismos orígenes. Lo
que yo mantengo en mi tesis, aunque no es demasiado original, es que la
filosofía de Platón, que es lo mismo que decir la filosofía, se gesta contra
dos enemigos que confluyen a pesar de proceder de posiciones antagónicas: la
poética y la sofística.
La poética porque rige en función del principio de
autoridad y porque su público es la mentalidad infantil que todavía se mantiene
en la sociedad griega. Se alimenta el infantilismo de una mentalidad que es
incapaz de pensar por sí misma y se aferra a la tradición, y por tanto al
principio de autoridad.
Y el otro enemigo de la filosofía es la sofística, que
viene a plantear también un infantilismo de la audiencia, pero por la vía
inversa. En lugar de una sociedad en la que rigen los dogmas heredados de la
tradición, lo que rige es el relativismo más absoluto, el discurso más eficaz
mediáticamente o publicitariamente… En ambos extremos, con todas las
modulaciones y graduaciones que quepan, lo que está en riesgo son los
principios comunes de racionalidad filosófica, sin los cuales es imposible
pensar, poner en cuestión y reconstruir la realidad dada. Lo que yo planteo es
que propiamente la enseñanza como tal tiene su semilla en ese planteamiento de
Platón, y que a lo largo de la historia, los sistemas educativos han ido
oscilando entre un polo y otro: de sistemas muy autoritarios se ha acabado
desembocando en sistemas relativistas, que sería más o menos en lo que nos
encontramos hoy: el alumno no es considerado como un adulto en potencia, sino
como un eterno infante al que hay que mantener feliz por encima de todo.
Esto sería la
pedagogía actual según lo plantea usted.
Eso es.
¿Y qué hay de
malo en tratar de que el alumno sea feliz?
Pero la
felicidad es una cosa demasiado importante para dejarla en manos del Estado, y
mucho menos de funcionarios que se dedican a dar clase de Matemáticas. Y en
segundo lugar, porque tiene un aspecto perverso. Lo de la felicidad es un
decorado, es pura retórica. No lo digo en términos conspiranoicos, de una
planificación deliberada de la producción de ignorancia (aunque ahora te digo
si quieres la hipótesis que yo manejo)… Pero de hecho lo que sucede es que en
aras de la felicidad, de la espontaneidad del niño, de su creatividad, se les
priva de conocimientos que necesitan, en especial los que tienen menos recursos
socioeconómicos. Y en el fondo un sistema que se supone que ha universalizado
la alfabetización y el conocimiento lo que ha hecho ha sido degradar la calidad
de la enseñanza de conocimientos académicos, técnicos, científicos o
intelectuales en general, y ahí los perjudicados son las clases más
desfavorecidas o con menos recursos.
O sea, que la
pedagogía habría servido como un arma de clase. Pero los autores de Escuela o barbarie [de los que se habló
antes] insisten mucho en no caer en la trampa contraria, en que la exigencia
académica termine perjudicando a los alumnos con menos recursos.
Claro,
pero el hecho de que los alumnos cuya familia tiene mejor posición social
tengan mejor rendimiento académico es precisamente el síntoma del fracaso de la
escuela, porque en otras épocas no pasaba, y no pasaba precisamente por lo
fuerte que era la enseñanza. Yo no lo plantearía tanto en términos de clase
porque hablar hoy día de clase es hasta cierto punto anacrónico, habría que
matizar mucho. Por supuesto que hay jerarquías socioeconómicas, pero hoy no se
puede hablar de proletariado, o al menos no como en el siglo XIX o principios
del siglo XX. No niego la mayor, pero habría que matizar mucho. La clave me
parece que tiene que ver con cuestiones demográficas, sobre todo, no tanto
económicas, porque al fin y al cabo en la destrucción sistemática de la escuela
pública española se ha gastado muchísimo dinero, o sea que el problema no es
tanto económico.
¿En qué se ha
gastado?
No lo sé.
O bueno, sí lo sé, en parte. En departamentos de Orientación, en meter las
nuevas tecnologías en las aulas… No podría hacerte la factura, pero que se ha
invertido dinero es evidente. Se ha invertido dinero en destruir la enseñanza.
¿Con ese objeto
declarado? ¿Usted cree que ha sido intencionado?
No. Lo que yo
creo es que, sencillamente, la escuela ha pasado a desempeñar una función
diferente. Obviamente, en una escuela masificada como es la actual y en un
Estado que no necesita, al menos a corto plazo, producir una élite intelectual
de obreros cualificados, etc… Para eso se instauró el Bachillerato franquista,
que era enormemente exigente y de muy alta calidad, aunque selectivo y elitista
si quieres (aunque muchos hijos de obreros estudiaron en el Bachillerato
franquista), pero que respondía a esos intereses de Estado. Ahora no hay esos
intereses y la escuela cumple fundamentalmente una función de control demográfico.
He leído en algún
artículo suyo que la escuela sirve para controlar administrativamente a menores
de edad que no pueden estar sueltos, y me impresionó mucho porque en principio
la escuela está para otra cosa y tal y como se suele presentar se supone que
funciona. ¿Cómo es eso?
Tampoco es un
hallazgo genial mío. Uno lo va viendo al estudiar la evolución de los sistemas
educativos. Por múltiples causas materiales, no ideológicamente diseñadas, en
Estados con crisis internas, con crisis de soberanía, las funciones de las
instituciones cambian. Y en el caso de la escuela también. Fíjate en el aumento
de la edad de escolarización obligatoria, que es rara porque en los demás
países europeos generalmente está en catorce años, no en dieciséis.
¿Es partidario de
bajarla a catorce?
Sí.
¿Y por qué?
Porque uno tiende a pensar que está bien dotar a los jóvenes de una serie de
conocimientos mínimos y que cuantos más, mejor, ¿no? Y los dieciséis años, que
es cuando se puede empezar a trabajar, pagar impuestos o ir a la cárcel, parece
una edad razonable.
Sí, el
problema es que hay una cosa peculiar. Los jóvenes actualmente… Bueno, hay de
todo, por supuesto, pero el profesor de Secundaria o incluso de primeros cursos
de Universidad lo vive. Los ritmos de maduración académica e intelectual son
más tardíos, pero el acceso a una masiva oferta de posibilidades es muy
anterior, y esto crea una especie de híbridos, de monstruos esquizofrénicos [risas] capaces de hackear la web de hacienda y, al mismo tiempo, niños de seis o siete
años en cuanto a edad mental. Y entonces, a los catorce años, en esas aguas,
hay chicos que, por intereses, por capacidad o por otras razones, no tienen
interés en seguir estudiando. Y una buena formación técnica y profesional hasta
los dieciséis años, ampliable por dos años más o como fuera, sería muy oportuna
para evitar el caos que en muchos casos se genera al mezclar chicos que no
tienen ningún interés por estudiar con chicos que sí lo tienen. Y no es ninguna
cuestión de pecado original ni de capacidad genética, sino simplemente de
distintas motivaciones.
¿Y no suele
coincidir que los que tienen más interés son de clase más alta, o al menos de
clase media?
Pero eso es a mi
juicio por el déficit que te decía, porque antes no pasaba. Yo, por ejemplo, he
sido el primero de mi familia en hacer carrera universitaria y en mi familia no
había un ambiente intelectual, ni mucho menos. Mi padre era un obrero que dejó
la escuela a los catorce años y mi madre era ama de casa. Yo aún estudié con la
ley del 70. Así que creo que eso es por otros motivos. Y una formación
profesional de calidad es una buena manera de posibilitar que aquellos, con
independencia de la procedencia, que tengan capacidad e interés, puedan
continuar sus estudios por ese camino.
Bien, volvamos a
donde estábamos: la escuela como una institución de control demográfico. ¿Qué
papel juega en esto la pedagogía? ¿O no tiene nada que ver?
Es el márquetin.
La pedagogía es el márquetin. Siempre el discurso propagandístico y la retórica
suelen limar las fricciones que puedan generar determinadas situaciones. Es de
gran eficacia y acorde con los términos de la posmodernidad más o menos
vaporosa el discurso al que se acoge la pedagogía: narcisismo casi patológico,
el énfasis en la felicidad y las emociones… El que esté acostumbrado a trabajar
en el mundo de la enseñanza está harto de oír todos estos clichés. Es una
especie de cobertura retórica que, deliberadamente o no, oculta una realidad
mucho menos amable.
¿A qué se refiere
con “narcisismo”?
Sí, porque el
niño es un mundo en sí mismo y todo ha de girar en torno a él, que es el centro
de gravedad.
Y dices que esto
causa el infantilismo del que hablaba.
Sí, claro.
Infantilismo no solo tolerado, sino fomentado. Por ejemplo, es muy habitual (
en términos muy genéricos, ¿no?), son muy habituales los problemas de gente
joven para enfrentarse al principio de realidad, porque la escuela es una
especie de burbuja. Que en cierto modo tiene que serlo: en la escuela se aísla
al alumno para que aprenda y sus errores no tengan un efecto traumático real.
Pero dándole las armas para que luego esté preparado para enfrentarse a la
realidad. Yo creo que en cierto modo la escuela hoy sobreprotege al alumno y la
debilita en este sentido.
Cambiando un
tanto de tema, contrapone la pedagogía a la filomatía.
¿Qué es la filomatía y por qué es tan
recomendable?
Es un término que
se usó en algún momento, pero poco, precisamente por el peso de la pedagogía
(lo usa Rimbaud, según Verlaine, por ejemplo). A mí me parece un término bonito
y que merece la pena rescatar por distintos motivos. Es un término tomado del
griego que utiliza Platón en La república
cuando dice que el filósofo o amante del saber es el que ama aprender, philomathés, y de ahí el término filomatía, que es el deseo de aprender.
A mí me parecía que no es casual la sintonía etimológica porque la verdadera
enseñanza y el verdadero aprendizaje tiene una raíz filosófica, al menos en el
sentido de que la filosofía es el tipo de pensamiento crítico capaz de reflexionar
sobre la propia enseñanza. Mientras que las distintas asignaturas que se
estudian no son capaces de hacer esa reflexión crítica desde sus propias
perspectivas. La química, en tanto que química, nada dice de la enseñanza de la
literatura, por ejemplo. No se puede explicar la poesía del Siglo de Oro por
medio de conceptos categoriales de la química como el hidrogeno o el oxígeno, por
ejemplo. Ni al revés. Pero la filosofía sí da la plataforma para plantearse
críticamente la enseñanza entendida en términos generales con ideas como
libertad, justicia, ciencia, que son filosóficas. Igual que la filosofía se
plantea las relaciones y diferencias entre las distintas ciencias, pues también
del fundamento de la enseñanza, que a mi juicio es filosófico, como te he
dicho.
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