1.
¿Ha
concluido la filosofía su tarea y debe entregar el testigo a la ciencia como
afirma contundente Hawkins en su último libro?
Por sus características intrínsecas la ciencia nunca podrá
reemplazar a la filosofía. La cuestión misma de si la filosofía debe apartarse
o no para dejar paso a la ciencia es ya filosófica, no científica. De hecho, no
existe tal cosa como la Ciencia. Hay ciencias, en plural, cuyo estatuto
gnoseológico y cuyas relaciones son material de reflexión y análisis para la
filosofía, no para cada una de esas ciencias como tales. Hay ámbitos de la
realidad, y muy especialmente lo concerniente a las relaciones entre los
distintos saberes, que escapan a las ciencias, cuyo radio de conocimiento está
acotado según las diferentes parcelas de la realidad. Es la filosofía la que
tendrá que dar cuenta de todo eso, por lo que a mayor crecimiento de las
ciencias más trabajo para la filosofía. El desarrollo científico no elimina los
problemas filosóficos. Al contrario. Los hace más profundos, más ricos, más
complejos, más necesarios.
2.
¿Y cuál es la tarea heroica de la filosofía y de los filósofos hoy?
A
mi juicio el heroísmo de la filosofía, aunque resulte decepcionante para el
idealismo y el voluntarismo, esos infantilismos del pensamiento, groseros y
hegemónicos, radica exclusivamente en describir la realidad, en mostrar sus
miserias, en analizar las causas que permitan entender la mugre y la idiotez
que nos rodea, que nos constituye, y en ocasiones también su belleza, siempre
excepcional. Se es heroico renunciando a la acción, lo cual es imposible
en la práctica, por eso es heroico, y dedicándose a la escrupulosa y ardua
labor de destrucción de los tópicos, formalismos y estupideces más o menos
sofisticados de los lenguajes oficiales y políticamente correctos. En
sociedades mediáticas como las nuestras, el papel de la filosofía no puede ser
otro que desmontar los pseudoargumentos y trampas del discurso mediático, que
construye la mentalidad de los sujetos produciendo consenso y, por tanto,
acatamiento y sumisión. La prensa y la política se han convertido en la
Sofística de la postmodernidad. Su función es generar servidumbre según
procedimientos particularmente sofisticados, sin coerción explícita. La
filosofía es una labor destructiva, siempre en guerra contra las confusiones
que se propagan y producen realidad.
3.
¿Cuáles son sus principales referencias filosóficas, tanto de los grandes
pensadores del pasado como de los actuales, extranjeros y españoles?
El
primero que con mayor lucidez y menos concesiones pone en juego un modo de
pensamiento combativo y no idealista en apenas un puñado de fragmentos es
Heráclito. Por supuesto, también Platón y el Aristóteles de la Política, fundamentalmente. Epicuro es un
autor que, sin desarrollar un sistema filosófico del alcance y originalidad de
Platón o Aristóteles, ofrece claves para entender la independencia que el
conocimiento garantiza al librar al ser humano de los miedos que lo atenazan y
esclavizan. Sin duda, Spinoza, una rareza del pensamiento, cuya obra produce
vértigo y fascinación y de la cual no es posible salir indemne. Su materialismo
es de un rigor implacable, de tal magnitud, de tal potencia filosófica que deja
cuestiones de tanta relevancia como la de la libertad en callejones sin salida
poco gratos para los gustos postmodernos. Como materialista siempre me interesó
Marx, y quizá sea éste buen momento para releerlo, cuando su obra ha sido
banalizada hasta lo ridículo por esos espejismos ideológicos que responden a
los vocablos derecha e izquierda, y la Historia lo ha situado en una posición
muy compleja. Entiendo que lo más nefasto y menos sólido de su pensamiento es lo que tiene
de hegeliano y, por tanto, de idealista. Especialmente grave es esa ignorancia
de la obra marxiana entre la que se dice izquierda oficial. En este país, en el
que apenas lee nadie, mucho menos se va a leer a Marx. En cuanto al diagnóstico
del siglo XX, me parece bastante fecundo el análisis de Hannah Arendt,
principalmente en su obra capital al respecto: Los orígenes del totalitarismo. Y, por lo que concierne a la
actualidad, tengo por referentes a dos pensadores españoles: Gustavo Bueno y
Gabriel Albiac.
4.
¿Resistieron los sistemas filosóficos el huracán postmoderno? ¿Hay un más allá
de la postmodernidad?
Depende
de lo que se entienda por resistir. Desde luego, han sido sepultados
mediáticamente por la hegemonía del relativismo postmoderno que neutraliza y
anula la posibilidad misma de pensar dialéctica y filosóficamente al haber
devastado las bases de la racionalidad finita y las más elementales reglas de
la lógica, sin la cual no hay manera de entender nada. Pero el ejemplo de
Gustavo Bueno es una prueba de que es posible construir un sistema filosófico
que resista la corriente aniquiladora de esa cosa fofa y socialdemócrata de las
modas de suplemento cultural y marketing, y de las pancartas y consignas que
eximen de pensar, argumentar, explicar.
5.
¿Qué tal se filosofa hoy en España? ¿Diría que hay una generación de pensadores
con inquietudes comunes?
Yo
creo que el paisaje es bastante desértico, no porque no haya personal valioso,
sino porque el debate intelectual está bastante contaminado ideológicamente y
gremialmente. Más que una generación de pensadores con inquietudes comunes hay
escuelas, grupúsculos y sectas, y pocos son los que se salen del refugio de las
siglas y de las etiquetas, y menos aun los que consiguen sacar la cabeza de la
opresión de lo políticamente correcto. Además, los de mi generación nos
encontramos en una situación histórica difícil, paradójica. No hemos hecho nada
por ganarnos las libertades y derechos de la democracia, no hemos tenido ni
guerra, ni postguerra, ni transición. Y hasta la Movida nos cogió demasiado
jóvenes, sólo como espectadores. Somos una generación bastante inútil
históricamente, sin épica, cómodamente instalados en un aburrimiento del que
cada cual trata de salir engañándose como puede.
6.
¿Cómo filosofar cuando la instantaneidad y brevedad de las comunicaciones en
Internet y las redes sociales no deja espacio a la reflexión? ¿Le puede prestar
utilidad Facebook o Twitter a la filosofía? ¿Usted los utiliza?
Se
podrá filosofar separando nítidamente los campos, es decir, discriminando la
función de esos medios, que no es la de producir ideas sino, en el mejor de los
casos, agitar conciencias. Pero esas conciencias agitadas, para que tengan algo
a lo que despertar, necesitan un bagaje intelectual, literario, científico,
etc., que las redes sociales no pueden ofrecer. Está muy bien tener cuenta en
Facebook y Twitter, pero con eso no basta. Hay que estudiar. Lo que pueden
ofrecer esas redes es poner en contacto a sujetos desconectados
espaciotemporalmente y difundir referencias. Para eso las utilizo yo
fundamentalmente, por lo que no hago un uso personal o íntimo de ellas. Luego
cada uno tendrá que hacerse cargo de la asimilación, comprensión y activación
de esas referencias si es que tienen valor teórico. El problema es que debido a
la ausencia práctica de un sistema de instrucción pública digno de tal nombre,
la masa de la población condenada a la escuela pública (devastada por la
socialdemocracia que ahora se rasga las vestiduras porque se ponga en riesgo la
calidad de la enseñanza, algo que ya no existe) está sin defensas intelectuales
y a expensas del propagandista más hábil. Que la gente publique sus
vulgaridades más íntimas en la red tiene que ver, creo yo, con la elevación
idealista de ese ente metafísico que es el yo, y que, en realidad, no es otra cosa que el disfraz que
el alma ha adoptado en tiempos de presunta secularización. La espontaneidad, la
voluntad, la libertad, la creatividad, la identidad, la inspiración, la
conciencia no son más que variantes modernas y postmodernas del alma de toda la
vida. Pero lo único real a lo que el yo puede referirse es al número del dni, que es lo único que tiene cierta
permanencia. Nada más. Y resulta que el yo, ese amasijo más o menos voluble de afecciones
psicológicas, parece tener cosas que decirle al mundo. Ahora tiene la
posibilidad de hacerlo, gracias a Internet. Por tanto, lo hace. Esas cosas formarán
parte del magma amorfo de lo que aparece en la Red, y no es imposible que entre
la basura generalizada se encuentren hallazgos de cierto interés, pero quedarán
absorbidos, ocultados, neutralizados y negados por el griterío y la algarada generalizados de
la “literatura” intestinal.
7.
La crisis de cada día parece también de ideas, una crisis de sentido. ¿Urge una
recomposición de ideas para salir de esta? ¿Cuál sería los caminos a transitar?
Lo que hay es una carencia de ideas, al menos en el
sentido filosófico del vocablo. Echo de menos un esfuerzo por replantear los
términos en los que la crisis, en sus aspectos económicos y en los políticos,
se está produciendo, y hacerlo sin recurrir a los más manidos y rancios tópicos
decimonónicos, que impiden conocer realmente lo que está pasando ahora y qué
alternativas se abren. El anticapitalismo infantiloide y acrítico de ciertos
movimientos, que parece olvidar el papel de los Estados y su potencial peligro,
es un buen ejemplo de esto. ¿Cómo redefinir posiciones políticas y, por tanto,
filosóficas, con una crítica rigurosa a la economía actual y al idealismo
democrático evitando a toda costa las tendencias totalitarias a las que las
sociedades modernas son tan proclives? Ésa es la pregunta clave y el reto que
habría que afrontar.