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José Sánchez Tortosa
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viernes, 24 de julio de 2015

La salvación en un tuit. Artículo en Periodista Digital

La salvación en un tuit   
Artículo en Periodista Digital
La salvación parece jugarse hoy en un gesto, en una imagen, en la indumentaria, en un icono, en un tuit. Cambiar el nombre de una calle, alimentando la amnesia, sinónimo de ignorancia, quitar un busto, un cuadro, una corbata. Ése es el nivel de la política postmoderna actual, una falsa política secularizada, una banalización del ejercicio del poder, pero una banalización materialmente eficaz, y catastrófica.
La secularización postmoderna general es sólo formal. Se ha producido un desplazamiento del Absoluto, pero no se ha abolido materialmente lo sagrado. La trascendencia supramundana de la divinidad de las religiones positivas ha devenido trascendencia mundana, trivial en las religiones políticas de hoy, según el diagnóstico de Eric Voegelin:
“Cuando Dios queda eclipsado por el mundo, son los contenidos del mundo los que devienen dioses. Si se destierran los símbolos de la religiosidad supramundana, otros nuevos vienen a ocupar su lugar, a saber, símbolos desarrollados a partir del lenguaje científico intramundano.” (Las religiones políticas)
Su inmanencia es puramente formal, ornato con el que tejer una red de creencias, concretadas en imágenes fácilmente reconocibles (empáticas), que dé salida a las convulsiones socioeconómicas de una sociedad afectada por el cambio de ciclo macroeconómico. Esa escenografía proyectada no extirpa la corrupción, verdadero combustible del sistema, sino que la justifica en virtud de una finalidad superior, de un sentido que es necesariamente trascendental, en función de una redención ulterior, mesiánica, que puede llegar a legitimar no ya el robo sistemático, sino la persecución física:
“Históricamente, el asesinato de Dios no conlleva el superhombre, sino el asesinato del propio hombre: al deicidio de los teóricos gnósticos le sigue el homicidio de los profesionales de la revolución.” (Eric VoegelinLas religiones políticas)
La noción de teología política, de Schmitt, referente explícito del nuevo gnosticismo podemitas, del adanismo puritano que hoy recupera etiquetas añejas, abre la posibilidad de consumar la sacralización del poder de modo más acabado, totalitario, enmascarado por una ruptura que es formal, retórica y, en consecuencia, reaccionaria. Los idealismos democráticos no limpian corrupción con democracia. En su desarrollo, garantizan corrupción y fanatismo.
La política es ficción, teatro, imagen. Se trata de dar satisfacción a masas indignadas, pero políticamente indoctas, televisando el acto simbólico, ocultando el hecho material.
Para vacunarse, hay que volver a la filosofía, a Platón, al pasaje que una vez más citaré:
¿Hay modo de que la muchedumbre soporte o admita que existe lo Bello en sí, no la multiplicidad de cosas bellas, y cada cosa en sí, no cada multiplicidad?

—Ni en lo más mínimo.
—¿Es imposible, entonces, que la multitud [pléthos] sea filósofa?
—Imposible.
—Por consiguiente es forzoso que los que filosofan sean criticados por ella.
—Forzoso.
—Y también por aquellos individuos que se asocian con la masa y anhelan complacerla.
(PlatónRepública, 494a).


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