José Sánchez Tortosa
El 20
de enero de 1942, Reinhard Heydrich se reúne en Wansee, a las afueras de
Berlín, con altos mandos de la jerarquía nazi y representantes del Tercer Reich
en los territorios ocupados. Ejerce
de secretario de la conocida como Conferencia
de Wansee Adolf Eichmann. En esa reunión se abordan aspectos
administrativos de la mayor relevancia acerca de la Endlösung (Solución Final), ya en marcha desde poco después de la Operación Barbarroja. Heydrich,
gobernador general del Protectorado de Bohemia y Moravia y una de las figuras
claves en ese proceso, sufre un atentado en Praga el 27 de mayo del 42, la
denominada Operación Antropoide. Los
autores son principalmente dos paracaidistas entrenados en Londres: uno checo, Jan Kubis, y
otro eslovaco, Jozef
Gabcík. Varios días después
Heydrich muere. Como
homenaje, su nombre será el elegido, según los historiadores, para designar la
operación de exterminio en los campos de la muerte en Polonia: Sobibor, Treblinka
y Belzec (Aktion Reinhard), si bien
Belzec ya está operando desde marzo. Entre esas dos fechas, 20 de enero
del 42 y el 27 de mayo del mismo año, transcurre la acción de HHhH (Himmlers Hirn heisst Heydrich: “El cerebro de Himmler se llama
Heydrich”).
Laurent
Binet reconstruye hábilmente el relato del atentado empleando un intrigante
formato de novela de suspense que reniega de su condición de novela y que
pretende mostrarse como un ejercicio literario de historia con la menor dosis
de literatura posible. Sugestivo empeño destinado al fracaso. La honestidad de
renunciar a torcer literariamente una historia ya de por sí lo suficientemente
fascinante y trepidante resulta, al final, casi una mera impostura… literaria.
Es como si se moviera entre dos aguas: novela de espionaje con adherencias
historiográficas, que acaso puedan espantar al lector de ficción, o ensayo
histórico aderezado con elementos autobiográficos que se mezclan con la
narración. De hecho, el
libro narra a la vez cómo el propio libro se va haciendo: bibliografía,
documentos, datos, avatares biográficos del autor, la marcha de sus
investigaciones, sus correcciones y vacilaciones, sus escrúpulos a la hora de
afirmar categóricamente algo. A diferencia de Las Benévolas, de Littell, al que cita, está teñido de cierto aire
políticamente correcto, moralizante. Parece buscar dar voz a los héroes de la
resistencia y a las víctimas, pero si se decide afrontar ese reto, es retórico
y patético disculparse por estar haciéndolo. La tesis que Littell pone en boca
del protagonista de su libro es más lúcida, más tajante, menos consoladora: ¿Qué hubiera pasado si el
lector hubiera estado en una posición similar a la del protagonista? ¿Qué
hubiera hecho si fuera maquinista, oficinista, enfermera en la T4 o encargado
de mantenimiento de la maquinaria del exterminio?: “deberíais ser capaces de
deciros que lo que yo hice lo habríais hecho también” (Las benévolas, Tocata, pág. 28).
Existe
el riesgo de convertir a los personajes del nacionalsocialismo en meros iconos
sobre los que proyectar condenas estériles de moralidad impostada, enfocada en
sus aspectos epidérmicos, más ornamentales que sustantivos. Eso contribuye a
situarse entre los buenos, respaldados por la teatralización de la indignación
y la condena redundante y superflua, lo cual sólo garantiza que no se vuelva a
repetir la indumentaria de los verdugos, o su terminología ideológica
justificadora, pero no el asesinato. El nazismo no luce hoy esvásticas.
Laurent
Binet, HHhH, Círculo de Lectores,
Madrid, 2011, trad.: Adolfo García Ortega, 391 págs.
Madrid,
22 marzo 2012
1 comentario:
Creo que una de las cosas mas complicadas es aprender a leer Himmlers Hirn heisst Heydrich... si que será complicado
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